¿Quién es Víctor Guerra?
Víctor Guerra es Psicólogo y Psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay.
Guerra cuenta, además, con un master en Psicoanálisis y es investigador del campo de la “Subjetivación Temprana y Consultas Terapéutica” y “Relaciones entre el Arte y el Psicoanálisis”.
¿Por qué es interesante este texto?
En su estudio Indicadores de intersubjetividad de 0 a 2 años en el desarrollo de la autonomía del bebé, Guerra analiza los diferentes indicadores de intersubjetividad que pueden encontrarse en la niñez de 0 a 2 años de edad.
La importancia de entender la intersubjetividad y cómo ella se desarrolla, radica, sobre todo, en su relación con el apego, la construcción del self, el descubrimiento del mundo y el desarrollo de nuevos procesos psicológicos en la niñez.
De lactantes desamparados a potenciales participantes
Antes de introducirnos de lleno en los indicadores de intersubjetividad en bebés, Víctor Guerra nos invita a hacer un recorrido a través de la historia analizando los cambios que se han atravesado en la forma de entender a los bebés, comenzando desde el inicio del Psicoanálisis.
«Desde el inicio del Psicoanálisis, el bebé fue pensado como un sujeto del “desamparo originario”, con su impotencia, en dependencia absoluta del otro de la “acción especifica»», advierte Guerra. «Sin la acción del otro que pueda sostenerlo, el bebé quedaría desbordado por las magnitudes de excitación de su aparato anímico».
Además, «hubo un cambio muy importante de la imagen del bebé en la cultura a partir de la Segunda Guerra Mundial», señala Guerra.
«Es que a partir de la experiencia de abandono sufridas y la necesidad de ocuparse de los bebés y niños pequeños, se empezó a observar sus reacciones ante la pérdida», haciendo referencia a estudios de gran repercusión como la famosa Teoría del Apego de John Bowlby.
De este modo, como señala el autor, asistimos a «un cambio en la mentalidad colectiva sobre el bebé pasándose a pensarlo como persona en construcción y no sólo como un “lactante”».
«Desde esta perspectiva es que se fue gestando, creo yo, el concepto de Intersubjetividad», comenta Guerra.
«El rol de las investigaciones del campo de la Psicología del Desarrollo y del Apego han podido ser útiles para nosotros, los psicoanalistas, para pensar al bebé ya no en un mundo cerrado, solipsista, sino en un grado de coparticipación asimétrica».
Definición de Intersubjetividad
Básicamente, podríamos decir que la Intersubjetividad es una especie de co-construcción; es decir, una construcción que hacemos en conjunto con otras personas.
En el caso del bebé, la co-construcción, al menos en los primeros meses de vida, suele hacerse con la madre o con su figura de apego más fuerte.
«Tomando los aportes de A. Konicheckis y S. Wainrib, diríamos que la subjetivación se referiría a la experiencia de hacer subjetivo algo; es decir, dar un sentido a la experiencia en relación a sí mismo», señala Guerra.
«En definitiva, podríamos decir que sería el proceso por el cual el bebé podría ir co-construyendo” “su” perspectiva, una manera singular de vivenciar las experiencias y de expresarlas de diferentes maneras, a través de recursos corporales y simbólicos», señala.
«Con esto queremos jerarquizar el matiz procesual, el proceso en el cual se va construyendo como sujeto, en el que cuenta poder abrir un espacio para que el bebé muestre “su” perspectiva, “su” manera de explorar los objetos con su tiempo y su ritmo».
La empatía y el ritmo
«Ahora bien, de la pluralidad de elementos que colaboran en la construcción de la experiencia de intersubjetividad, querría jerarquizar dos, que son: la empatía y el ritmo», señala Guerra.
Por un lado, la empatía «sería la situación particular de participación “en” el otro, en la que el sujeto se identifica y se proyecta al punto de compartir los estados de ánimo del otro y sentirlo como suyos», de acuerdo al autor.
«Es también la capacidad de sentir y comprender las emociones ajenas como propias. Seria una disposición activa, no consciente, de incorporar elementos verbales y no verbales para captar la vida emocional del otro y deslizarse hacia una implicación emocional de la vida psíquica», dice Guerra.
Por otro lado, «la interacción madre-bebé se encuentra plagada de ritmos ya sea durante las interacciones placenteras como en los recursos que puede utilizar para calmar al bebé», comenta el autor, refiriéndose a Díaz Rosello y col. 1991.
Además, refiriéndose a los estudios de Bernard Golse, Guerra sostiene que «el bebé pone en juego desde el nacimiento diferentes flujos sensoriales, modalidades sensoriales de conocimiento del mundo y todo el trabajo psíquico de ir articulando la información que le proviene desde esas diferentes perspectivas sensoriales (información, táctil, visual, acústica, cenestésica, etc)».
Es entonces «tarea de la madre ayudar a integrarlos y para ello cuenta como aliado fundamental con el ritmo y las experiencias ritmicias», fundamenta.
«Asimismo, el ritmo puede ser una de las características centrales para dar cuenta del contacto vital y diferenciar lo animado de lo inanimado», señala.
Los indicadores
Finalmente, el autor procede a señalar, de acuerdo a sus estudios y los estudios de otros autores, cuáles serían los indicadores de intersubjetividad más notorios en los bebés de 0 a 2 años de edad y describe cada uno de ellos.
Los indicadores serían:
- Intercambio de miradas (de 0 a 2 meses de edad).
- Protoconversaciones (2 meses de edad).
- La imitación.
- Las cosquillas o micro-ritmos (de 3 a 5 meses de edad).
- La mirada referencial (de 5 a 12 meses de edad).
- Vocativos atencionales (de 5 a 7 meses de edad).
- La atención conjunta (de 5 a 7 meses de edad).
- La escondida (8 meses de edad).
- Sintonía afectiva (de 9 a 12 meses de edad).
- Señalamiento protodeclarativo (12 meses de edad).
- La marcha (de 12 a 18 meses de edad).
- Conciencia reflexiva (18 meses de edad),
- Juegos de imitación diferida (de 18 a 24 meses de edad).
- El «como si» (24 meses de edad).
- El lenguaje (24 meses de edad).
Los veremos, ahora en detalle a cada uno de ellos.
1. Intercambio de miradas, de 0 a 2 meses de edad
Como señala Guerra, «un primer signo fundamental a observar es la calidad de la interacción visual. Si el bebé busca con la mirada o no; o si la evita, ya que es uno de los primeros síntomas del llamado “evitamiento relacional”, que en muchos casos puede ser uno de los signos precoces de autismo».
Además, «en general existe una fascinación como señal de apego entre un bebé y su madre, cuando se encuentran las miradas, y es también a veces una de las primeras “cartas de presentación” del bebé en el contacto del ambiente».
2. Protoconversaciones (2 meses de edad).
Tal como señala Guerra citando a Juana Canosa, «mucho antes de comprender la lengua de su entorno, el bebé interpreta al adulto sirviéndose de indicadores como la cantidad de habla que se le dirige, la entonación y el volumen».
«Todo esto es posible porque el adulto utiliza una forma de comunicación verbal primaria regresiva que hemos llamado “regresión de enlace”, ya que reactiva canales de comunicación primarios para “enlazarse” con el bebé y llevarlo hacia el campo del lenguaje intersubejtivo», advierte el autor.
«Es decir: no hay buen contacto con el bebé si el adulto no cambia sus conductas, si no se pone un poco “regresivo”».
3. La imitación.
«Desde el inicio de la vida el bebé muestra una asombrosa capacidad de imitación», señala Guerra. Y citando a Trevarthen, avisa: « la imitación es una de las conductas fundamentales tanto para el contacto con el otro como para el conocimiento del mundo».
«El mecanismo más básico de coordinación intersubjetiva es el acoplamiento de expresiones comunicativas según el tiempo, la forma y la intensidad a través de las modalidades. Los patrones se encadenan en el tiempo, se imitan en la forma y se registran ordenados según la intensidad», señala.
4. Las cosquillas o los micro-ritmos (de 3 a 5 meses de edad).
En el texto en cuestión, el autor Víctor Guerra reivindica el rol de las cosquillas en el sentido de que funcionarían, a su modo de verlas, como una forma de micro-ritmo incierto.
Este micro-ritmo incierto cumple una función, dice Guerra. «La madre introduciría la sorpresa en los juegos, y a través de los micro- ritmos aleatorios e inciertos, el bebé puede empezar a investir la incertidumbre de manera que la espera pase a ser excitante».
A su vez, esas cosquillas introducen dos nuevas variantes, advierte Guerra: la confiabilidad y el suspenso.
4-A. La confiabilidad
«Un adulto que recién conoce un bebé no va a realizarle inmediatamente un juego de cosquillas. Indagando el tema en madres y educadoras nos dicen intuitivamente, que no podrían hacerlo porque sienten que el bebé se asustaría o se pondría a llorar, ya que todavía no hay confianza».
4-B- El suspenso
El suspenso trata de que «el bebé puede tener una experiencia de estar agradablemente en suspenso, que implica una “preparación” para la espera y para tolerar la incertidumbre de lo que vendrá, que hace que lo inesperado sea menos inseguro o persecutorio».
5. La mirada referencial (de 5 a 12 meses de edad).
A la mirada referencial, Guerra la define como «el proceso por medio del cual una persona de cualquier edad, cuando encuentra una situación de inseguridad mira a otra persona para ver qué expresión emocional muestra, para que la ayude a resolver esa inseguridad y actuar en consecuencia».
Tal como señala el autor, «esta simple actividad que dura a veces muy poco tiempo es un indicador importante porque mostraría que el bebé toma como referencia de seguridad la mirada del otro».
6. Vocativos atencionales (de 5 a 7 meses de edad).
«La atención es una de las funciones fundamentales del psiquismo del bebé y del ser humano», comenta Guerra. «En el contacto intersubjetivo se trata de “captar la atención del bebé” y dirigirla hacia una persona o hacia un objeto, por lo que estará en juego una situación de desplazamiento».
«Y en general a través de la atención también el bebé se interesa por lo que empieza a ser “ajeno” a él, como un objeto a distancia o la madre que le habla y lo llama», señala el autor.
«De esta forma podemos pensar que la atención sería algo así como «las piernas del psiquismo»; el bebé se “desplaza en el espacio” a través de su mirada y de la atención».
«Desde los 4 meses el bebé es capaz de aprender que un estimulo arbitrario indique que un próximo evento se producirá dentro de una dirección dada», afirma Guerra.
«Comienzan las madres a utilizar los “vocativos atencionales”. Con ellos, consiguen que el bebé mire hacia la madre o busque un objetivo atencional. a través de su uso, las madres le dicen al niño que “hay algo en algún lugar del ambiente a lo que hay que atender”».
Por otro lado, existen varias formas de atención, tal como señalará el autor.
- La atención sostenida, donde el sujeto está en estado de alerta y se dilatan sus pupilas, su ritmo cardíaco se acelera y su presión arterial se eleva; osea, se observa un cambio físico en torno a esa atención sostenida.
- La atención selectiva, donde «la atención se centra sobre un objeto más preciso y existen un cierto número de estímulos que son rechazados durante ese lapso de tiempo».
Observaremos también, a partir de los 7 meses de edad, nuevas formas de atención, además de las dos mencionadas anteriormente.
- La atención flotante, donde «el bebé está activo, abierto y disponible a lo que proviene del exterior y a sus propias sensaciones corporales».
- La atención sostenida, donde «el bebé se ocupa de un objeto o un juguete durante al menos 30 segundos y puede llegar a 4 o 5 minutos»; en esta, «la expresión de su rostro varía, a veces vocaliza, expresa su bienestar, por momentos corto, porque vuelve a su actividad».
- La concentración, como «un momento excepcional de la atención», donde «el bebé se implica enteramente con lo que atiende» y «se percibe su interés por el descubrimiento de los objetos, ya que cesa toda actividad, todo movimiento y solo cuenta lo que fue descubierto».
7. Atención conjunta (de 5 a 7 meses de edad).
De acuerdo a Guerra, «la atención conjunta sería la capacidad de orientar su mirada hacia un mismo objeto que el partenaire con el que interactúa».
«Busca captar la atención del otro con el objetivo de obtener un objeto ansiado, o de compartir un centro de interés; se trata tanto de una experiencia intersubjetiva, como una forma de descubrimiento y un procedimiento de designación».
Existen, en esta línea, un par de diferenciaciones que deben hacerse.
- La atención conjunta operatoria, donde «la madre atiende lo que atiende el bebé, pero no introduce en el momento ni una experiencia lúdica ni tampoco hace uso de la narratividad».
- La atención conjunta transicionalizante, donde «la madre tiene la posibilidad de captar los puntos de interés de los objetos que son atendidos por el bebé y “presentárselos” de forma lúdica, narrativa y rítmica, de manera de poder armar una “frase lúdica” que permite una apertura hacia el espacio intersubjetivo».
8. La escondida (8 meses de edad).
«Aproximadamente a partir de los 8 meses el bebé y su madre empiezan a jugar a la escondida, al juego del “ta-no ta”», advierte Guerra.
Este hecho «marca la posibilidad de que el bebé empiece a investir la ausencia como algo placentero y empiece a incorporar la noción de objeto interno»; además, se incorporan nociones como el «placer compartido en el reencuentro, la expresión transmodal», «la tolerancia al silencio y el valor del suspenso».
9. Sintonía afectiva (de 9 a 12 meses de edad).
La sintonía afectiva se trata de «una experiencia de compartir un estado afectivo, una experiencia de mutualidad que abra la vía de la intersubjetividad», comenta Guerra.
«El punto clave de la experiencia es que la forma de emisión de las vocalizaciones maternas estarían en el mismo rango de intensidad de lo que el niño siente, pero lo expresa de otra forma, por otra vía como la palabra y no por el movimiento».
10. Gesto de señalamiento (12 meses de edad).
Para explicar el gesto de señalamiento o el señalamiento protodeclarativo, Guerra recurre a una cita de Jerome Bruner donde se explicita cómo el señalamiento puede ser un creador de intersubjetividad.
En dicha dice, Bruner define el señalamiento como el momento «cuando el niño señala en dirección de un objeto buscando captar la atención de otra persona sobre ese objeto, con el solo fin de que el otro comparta junto con él su interés».
11. La marcha (de 12 a 18 meses de edad).
La marcha cuenta, de acuerdo a Guerra, con un «gran significado simbólico tanto para la madre como para el deambulador que ya puede incorporarse con derecho al mundo de seres humanos independientes».
«Pero esto no está exento de ansiedades tanto para el bebé como para la madre», advierte el autor. «Para el bebé es un cambio completo en la visión del mundo y del espacio circundante, que de acuerdo a cómo se dé, puede permitir dar un paso de gran valor cualitativo en la experiencia de separación y autonomía».
12. La conciencia reflexiva (18 meses de edad).
Con el desarrollo de la conciencia reflexiva a los 18 meses de edad, «el bebé no sólo es capaz de “entrar en contacto” con un sentimiento de angustia, sino también de implicarse en la situación por actos dirigidos al otro», comenta Guerra.
En esta nueva etapa, el niño será capaz de ponerse en el lugar de otros y de cuidar de otros en tanto se desarrollan los mecanismos de empatía y acompañamiento afectivos. Además, se observa la aparición de rabietas y la transición hacia el self verbal desarrollado en la teoría de Daniel Stern.
13. La imitación diferida (de 18 a 24 meses de edad).
Básicamente, el autor identifica 3 novedades respecto a etapas anteriores.
- El niño es capaz de imitar inmediatamente modelos nuevos y
complejos.
- El niño es capaz de imitar tanto acciones de los objetos como de
las personas.
- El niño es capaz de imitar en forma diferida, reproduciendo un
modelo ausente a través de la memoria.
14. El «como si» (24 meses de edad).
«Sabemos que el juego “como si” o “hacer de cuenta” es un logro muy importante en el bebé y confirma el final del período sensorio-motriz piagetiano con la capacidad de adquirir la función semiótica», señala Guerra.
Se destaca, en esta faceta, la metaforización, donde «el bebé se puede apropiar de lo que le resulta ajeno o doloroso a través de juegos que impliquen “como si” y desplazamiento».
En esta línea, el autor recurre como ejemplo a un niño que, tras sufrir la ausencia de un padre que viaja mucho, metaforiza la situación convirtiéndose, a través del juego «como si», en el dueño de un avión donde la madre, el padre y el niño viajan siempre juntos y él no vuelve a sufrir esa ausencia.
15. El lenguaje (24 meses de edad).
Finalmente, llegando a los 2 años de edad, nos encontramos con el que será quizás el indicador de intersubjetividad por excelencia no sólo en la niñez sino también en la vida adulta.
Tal como señala Guerra, «todos estos proceso no serian posibles si no existiera el lenguaje como ordenador de las experiencias, como posibilitador de la construcción del pensamiento y mediador de la descarga de las pulsiones por otra vía que no sea solo motriz».
No obstante, aunque estemos hablando de un indicador avanzado, esta experiencia no arranca recién a los 2 años, advierte el autor sino que se trata de «una experiencia que sin dudas comenzó en las primeras palabras que le dirigían a la panza y las que luego acompañaban su alimentación en el pecho».